Cuando el factor crítico del negocio depende de la capacidad de adaptarse a un entorno altamente cambiante, lograr una cultura de innovación es fundamental para capitalizar las oportunidades en lugar de desaparecer ante la competencia.
Las empresas de hoy, aún en aquellos sectores tradicionalmente estables, enfrentan un entorno cada vez más cambiante. Factores como el desarrollo tecnológico, volatilidad de precios internacionales, recesiones, cambios políticos, nuevas leyes, tratados de libre comercio, conflictos sociales, desastres naturales, escándalos, terrorismo, etc., generan reacciones en cadena que transforman el contexto en un abrir y cerrar de ojos.
Para lograr desarrollar una cultura de innovación se requiere fomentar el cambio y la toma de riesgos como formas de trabajo, atreverse a pasar los límites, romper los moldes establecidos. Los errores deben verse como aprendizajes ya que en entornos altamente cambiantes y con alto grado de incertidumbre, no hay respuestas pre-establecidas.
Por esta razón, la cultura de innovación presenta una interesante paradoja para las gerencias ya que ¿cómo se puede gestionar sin definir metas y objetivos claros, y en lugar de ello solo brindar puntos de referencia que dejen suficiente espacio para que posibles acciones novedosas emerjan? Más aún, ¿cómo gestionar personas que cuestionen los límites?
El aprendizaje tradicional, aquel en que la mayoría de gerentes se han formado, se asienta en poner en práctica un juego de reglas y normas operativas como, por ejemplo, seguir un procedimiento, implementar un plan de acción definido o elaborar productos de acuerdo a un protocolo determinado. Entonces, la gran pregunta es: ¿Cómo estos gerentes formados dentro del marco del aprendizaje tradicional pueden generar una cultura de innovación?
La cultura de innovación genera altos niveles de ansiedad en organizaciones donde los gerentes quieren sentirse “en control” o saberlo todo. Para manejar el tipo de caos creativo que requiere la innovación, gerentes y empleados de todos los niveles deben encontrar formas de acoger la incertidumbre, gestionar con mínimo control y mantener conversaciones sobre los límites deseables dejando el mayor espacio posible para que emerjan ideas y estrategias apropiadas.
Los colaboradores requieren tener un entendimiento amplio de las asunciones, marcos de referencia y paradigmas que subyacen a las reglas y normas operativas, seguida por un pensamiento crítico que las cuestione.
Este reto gerencial pasa por aprender a soltar las riendas para que los colaboradores encuentren su mejor camino siguiendo su instinto y creatividad dentro de un marco poco estructurado. Requiere de gerentes que inspiren antes de ordenar, que escuchen con atención formas diferentes de pensar antes que definir qué se debe de hacer, que marquen un norte o una visión antes que dar una estrategia o plan de acción, que se preocupen porque sus colaboradores desarrollen sus capacidades antes que solo medir resultados a corto plazo.
Estos nuevos retos de gerenciamiento echan por los suelos décadas de formación tradicional en universidades y escuelas de negocio ya que requieren capacidades gerenciales diametralmente opuestas a aquellas requeridas algunas décadas atrás. Inspirar, escuchar, desarrollar y encaminar a un equipo es un reto bastante más complejo que ordenar, definir una estrategia o plan de acción y evaluar resultados, pues requiere de habilidades blandas de liderazgo, relaciones interpersonales, manejo de emociones, comunicación, etc., habilidades que no suelen enseñarse en una universidad.
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